Cada año que pasa aprendo más de mí y me conozco un poquito mejor. Durante los últimos cuatro años mis carteles del 8M han sido un parámetro personal para saber en qué estado emocional me encuentro, porque he aprendido que la violencia y el abuso que viví se manifiestan en mi ánimo, personalidad, carácter y demás aspectos de mí como humano todos los días del año de formas diferentes.

Aunque quiera no puedo separar lo que soy de lo que he vivido, porque lamentablemente el daño que me hicieron forma parte de mi historia. Hoy sé que no me define, hoy sé que nunca fue mi culpa, sin embargo, hay una especie de aura oscura en mi día a día que me moldea, como un sesgo en mi persona, como un peso, invisible para el ojo distraído pero muy tangible para mi cuerpo y corazón, del cual no puedo deshacerme todavía.

Siento que en todas mis decisiones y acciones aparece de alguna manera ese aura, aunque ni yo lo note conscientemente. A veces surge en formas muy evidentes, imposibles de pasar por alto, como cuando estallo en llanto, pero otras veces aparece muy sutilmente, como cuando quiero comer sushi y siento que nada me va a hacer sentir bien hasta que no coma sushi.

Entonces el 8M para mí no es más que una fecha en la que mi lucha por estar bien toma una forma tangible y corporal. Me hago presente, me comparto, llevo mi cuerpo a la marcha, enfoco toda mi creatividad y energía en expresar mi enojo y mi coraje pero también en la esperanza de que las que vienen la pasen mucho mejor de lo que nos tocó a nosotras.

Honestamente, varias veces me he sentido harta de mí misma, harta de tener “sed de venganza”, “sed de justicia”. Varias veces me he cuestionado mi lugar en la lucha feminista y llegado a pensar que estaría mucho mejor si no me interesara tanto por el tema. Es agotador sentirse molesta. Pero la verdad es que así soy, me hierve la sangre, no puedo quedarme quieta, no puedo evitar sentirme así y querer hacer algo al respecto para intentar cambiar aunque sea un poquito las cosas. Ahora sé que es real mi sentimiento de lucha y año con año abrazo más esta parte de mí, con más seguridad y confianza.

Este 2023, como cada año, mi experiencia fue diferente. Fue doloroso el momento en que lo acepté, pero lo pude ver muy claramente, no habría justicia para mí. 

Eran aproximadamente las 10 de la mañana del 8 de marzo, fui a desayunar a una fondita que está en la esquina de mi departamento, pedí café, jugo de naranja, unos molletes de jamón y queso, además agarré una dona de la canasta de pan dulce. Quería tener suficiente energía para marchar sin ningún problema de cansancio o mareos.

Me di cuenta que estaba muy nerviosa, comía muy rápido, a mordidas grandes, me temblaban las manos y me movía mucho en mi silla. Sabía que era por la marcha pero no era por miedo a alguna situación de peligro o de represión policiaca, mis nervios se debían a un nuevo pensamiento: “No importa que no sea hoy, ya la historia juzgará”. Y con esa frase se desenvolvieron y empezaron a hilarse nuevas reflexiones. Les cuento.

Llevo muchos años buscando reparación al daño que sufrí, y por más que busco no encuentro nada que me haga sentir mejor. Han pasado tantas ideas de venganza por mi cabeza que hasta yo misma me asusto de mí, pero ninguna de ellas me da una pizca de tranquilidad o satisfacción. He planeado mil estrategias en mi cabeza para que mi testimonio se haga viral, he imaginado escenarios en donde vandalizo su casa o su coche con la palabra “violador”, he pensado en cómo denunciarlo legal y personalmente en su grupo de entrenamiento de tenis, y siendo brutalmente honesta, en su encarcelamiento y hasta en su muerte. En fin, pero no logro encontrar nada que elimine o desaparezca lo que sucedió. El daño ya está hecho y no voy a encontrar justicia, es la verdad. Así como se lee, así como se escucha, así como me duele: no voy a tener justicia. Porque ni siquiera su sufrimiento me quitaría a mí el trauma y las secuelas que me dejó.

Está bien, lo acepto, y lo acepté mientras terminaba de desayunar mis molletes. Pedí la cuenta, fui a la papelería y re hice mi cartel. Quería descansar antes de salir hacia el Monumento a la Madre pero mi mente no me dejaba, tuve que poner Los Simpsons para lograr distraerme un rato y parar mis pensamientos. 

No importa que no sea hoy, pensaba, porque las madres de las asesinadas no tendrán justicia hoy, las sobrevivientes de abusos psicológicos, físicos y sexuales, no tendrán justicia hoy, las agredidas, las violentadas, las víctimas de transfeminicidios, las niñas y mujeres indígenas, las gordas, las empresarias y trabajadoras oprimidas, las que sufrieron violencia digital, acoso callejero, abuso de poder, e infinidad de injusticias no terminarán el día de hoy, y tristemente serán muy pocos, pero muy pocos los casos que logren justicia legal o social.

Y comprendí que no lucho para cambiar las cosas hoy ni para cambiarlas mañana. Mi lucha es personal, así como mi feminismo también lo es. Lucho desde mi propia historia, por mí principalmente, pero también por las que pudieran sentirse identificadas. Hablo desde mi posición y mis privilegios, no puedo separarme de lo que soy y de lo que he sido, todo lo que me rodea me ha traído hasta aquí y me agradezco por nunca dejar de luchar. 

Lo que realmente me dejó marchar este año fue que, como cada año, logré dar un paso más en mi proceso de sanación. Me siento muy bien por haber aprendido nuevas cosas sobre mí y aceptado la realidad en la que me encuentro en este momento de mi vida.

Atrás de mi cartel le contesté a mi mamá. Mi mamá se preocupa mucho por mí, que porque soy rebelde. Me ha llegado a decir varias veces “Ay Angelica, es que no vas a cambiar al mundo”. 

Agradezco que hagamos ruido, que nos incomodemos, que confrontemos, que rompamos nuestros silencios porque gracias a todo el movimiento (y no me refiero al “movimiento feminista” sino al movimiento físico, a las reacciones, a los diálogos, a la convivencia, al enfrentamiento hacia nosotras mismas) y al hecho de que no permanecemos nunca en el mismo lugar podemos mirar otras realidades y aprender.

Ahora, a 5 días de haber marchado junto a miles de mujeres y se podría decir, que tras 5 años de “trayectoria” explorando el camino del feminismo me encuentro ante nuevas dudas, nuevos cuestionamientos, y sobre todo con muchísimas ganas de seguir aprendiendo y confrontando lo que me enseñaron. No quiero quedarme nunca en el mismo lugar.

 

 

 

Comentarios

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