Sigo siendo la misma niña que se ponía feliz de ir a casa de su abuela Yoli para comer chocolate abuelita y jugar en el patio, que se emocionaba al ver el video de “Baby one more time”, que corría brincando los mesa bancos del salón de la primaria. Sigo siendo la misma niña que se identificaba más con los que se sentaban hasta atrás y con los que casi no hablaban. Sigo siendo esa niña a la que si le pedían que corriera una vuelta corría dos, que se estresaba si organizaba mal su tiempo (jugando) y no le daba tiempo de hacer la tarea, que se carcajeaba jugando básquet, nadando, corriendo, que se enamoró del mar y ya no pudo, ni quiso, desenamorarse nunca más, que prefería jugar pesca pesca a sentarse a platicar. 

Miro hacia atrás, al primer recuerdo que tengo de mi vida y sigo siendo esa misma niña de tres años que vió con ojos de amor a su mamá embarazada sentada en la sala una tarde de invierno.

Me miro por dentro y siempre he sido esa niña, nunca dejé de serlo. Sin embargo la escondí por mucho tiempo, la mantuve cautiva, en secreto. No fue consciente, no era mi intención pero así fue. Las prisas, los deberes, las responsabilidades, los grados escolares, la presión, el camino trazado, los falsos deseos, las malas amistades, las relaciones tóxicas, los comentarios no solicitados de la familia, hicieron que me olvide de ella y la hiciera a un lado por años.

Pero siempre estuvo ahí, muy adentro de mí. A veces salía cuando miraba Bob Esponja, cuando me revolcaba en las olas, cuando me compraba coloritos para dibujar. Pero su tiempo de vida afuera expiraba, y volvía a guardarse. Qué error el mío, qué bueno que ahora lo puedo ver. Somos yo, soy ella, soy yo.

He crecido de tamaño, he cambiado de cuerpo muchas veces, he sufrido y he aprendido cosas, no camino igual, no me veo igual, incluso pensarías que soy otra, pero no, soy la misma. Es solo que tengo que adaptarme, como camaleón, y actuar como una adulta funcional (según la sociedad y el capitalismo) para poder vivir en este mundo que cada vez te quiere ver “crecer” (producir y generar) más rápido para que se te olvide quién fuiste, quién eres.

Era yo pero conforme fui creciendo de tamaño y de edad me fui olvidando de mí, y ahora que me atreví a recordar quien soy (y quien siempre fui) me doy cuenta que dejé de ser realmente yo cuando mi infancia terminó. Ahí se quedó atrapada mi “autenticidad”, en mi cuerpo de niña. Como un espíritu que deja de envejecer en el momento en el que muere, o como un fantasma que queda aprisionado en el espacio en el que falleció, así mi yo se quedó en el cuerpo de esa niña.

Ahora quiero reencontrarme conmigo y puedo ver a lo lejos, cruzando la calle, parada con su uniforme de la primaria mirándome orgullosa y emocionada a esa personita tan pequeñita y con las rodillas raspadas pero tan valiente de ser completamente ella, esperando por mí.

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